LOS TOROS, DE OTRA MANERA

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jueves, 7 de julio de 2011

Vuelta al ruedo en su primer turno de Rubén Pinar en la primera de la Feria del toro de Pamplona con “Aguafría”, un boyante, noble y entregado toro de “Torrestrella” con el que Pinar no redondeó una buena faena; cortó una oreja a su segundo toro que tuvo el gas justo para aguantar pero con el que Pinar –y así opino- no llegó al nivel que le esperábamos

Con “Aguafría”, un negro abierto de cuerna aunque no exagerado de astas de “Torrestrella”, el torero de Albacete no pasó de discreto. El animal, boyantón, sosón, entregado y con la duración mínima requerida (a la quinta tanda se paró), Rubén no pasó del aseo muletero, dejándole la muleta en la cara varias veces pero abusando de recursos la mayoría del tiempo.

En el recibo de capote no hubo nada, puro tanteo. Sin definir al principio, pero siempre embistiendo con su estilo mansón, el toro recibió dos puyazos de Daniel López, uno primero en el que no se le dio mucho aunque con la puya en su sitio –algo trasera, quizás- y otro que fue tan sólo el choque con el peto, ni de trámite. A continuación quitó por chicuelinas el segundo en el cartel, Arturo Saldívar, intervención sin brillo, especialmente por el desarme en el remate.

En banderillas, “Aguafría” se dolió y buscó con ahínco la zona de toriles, buscando su origen. Brindó al público Pinar, tras cuyo protocolo empezó con una tanda de tanteo por el derecho sin obligar al toro, dejándolo a su aire. El secreto era engañar al toro pero sin que se sintiera podido porque de ser así corría el riesgo de entregar la cuchara, de rajarse.

En la primera tanda le dimos a Pinar un voto de confianza pero ya en la segunda siguió por el derecho dejándole la muleta en la cara con ventajas, aprovechando el viaje sin imponerse. La tercera tanda continuó en la línea populista. Cambió al pitón izquierdo y aquí no se acopló, proliferando los enganchones sin acertar Pinar en las distancias. Cuando retomó la mano derecha el toro ya se había desfondado, lo que llevó a Pinar a, en la sexta tanda, implementar el circular animoso y el rodillazo de recurso. Al final dio unas eléctricas manoletinas, en una de las cuales se llevó un gran susto. La forma de entrar a matar fue lo mejor de su actuación, tirándose en la cara, dándolo todo. La espada fue entera aunque cayó desprendida y tuvo rápido efecto. Vuelta al ruedo de Pinar a su muerte; silencio pamplonica –o sea, indiferente algarabía- en el arrastre del noble toro.


El cuarto de la tarde se llamaba “Alegrita”, un negro burraco con mucha cara y bajo. Lo recibió a pies juntos de manera intermitente pues el toro no acabó de entrar en el capote, rematando el saludo capotero con una revolera. El toro pronto buscó querencias y no fue sobrado de fijeza. Agustín Moreno, su picador, le dio dos puyazos –uno trasero con carioca y otro trasero de poca enjundia- en los que no tuvo buen estilo, queriéndose enterar en un tercio de varas algo plúmbeo por los ajustes y reajustes por lo azaroso del toro. Vulgar el de “Torrestrella”.

Saldívar no perdonó de nuevo el quite, interpretando la suerte del farol con remate bonito en el que el animal no mejoró su comportamiento, seguía mansón y reservón hasta banderillas, donde no mejoró. Pero en la muleta, el animal sorprendió y aguantó hasta siete tandas de cierta intensidad. Por el derecho el toro se movió al principio con repetición pese a su brusquedad. Siguió en esa línea de interés el de Álvaro Domecq frente al cual, Pinar se mostró técnico, sí, pero sin llegar a pisar el terreno comprometido del cruce. Hubo dos tandas muy fuera de cacho. No llegó al acople total pese a su esfuerzo y acabó populista con un pase que fue una auténtica noria. Tras una entera con derrame de gran efecto recibió una oreja; palmas a la muerte del toro. Esperaba más de Pinar: venció pero no convenció.

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