LOS TOROS, DE OTRA MANERA

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miércoles, 27 de abril de 2011

Rubén Pinar y Miguel Tendero se justificaron en la Maestranza de Sevilla frente a una mansa y descastada corrida de “Alcurrucén”; a Oliva Soto le tocó el mejor toro de la tarde, al que le hizo la mejor faena



           Porque sé que los hermanos Lozano son muy organizados y en sus fincas tienen todo en orden, las fincas de la ya conocida como Factoría Lozano (compuesta por los hierros de “Alcurrucén”, “El Cortijillo” y “Lozano Hermanos”). Tienen los animales bien separados: los toros de saca allí, las vacas y sus becerros por allá… porque cualquiera diría que las madres de cinco de los seis toros lidiados esta tarde en la plaza de toros de Sevilla fueron engendradas por un cabestro de la ganadería. El cabestro saltó la valla, se benefició a cinco vacas y el mayoral, atónito por la preñez de los animales evidenciada con el paso de los días, prefirió no decir nada a los señores Lozano.
            Los días pasaron y uno de los hermanos, José Luis, extrañado por ver cómo engordaban aquellas vacas sin haberlas cubierto –oficialmente, al menos- transmitió implícitamente su mosqueo al mayoral en un almuerzo aunque ni siquiera se atrevió a preguntar directamente porque temía quedar en evidencia. Quería evitar pasar como un ganadero que no sabe lo que tiene, al que se le ha ido la ganadería.
 Y es que la verdad dicen que duele: vale que lo dicho hasta ahora es una fabulación perfecta inspirada en la mansedumbre boyar o peligrosa de los toros de “Alcurrucén” lidiados hoy en Sevilla pero, en el fondo, es lo que le ha ocurrido a la Factoría Lozano, nada lozana, por cierto. Han bajado el listón en los tentaderos, todo les vale y han tirado ese listón de manera tal que da un poco de pena pero sabemos que es la única manera de sacar más de veinte corridas al año, que es lo que hacen. En la corrida maestrante de este año –el año que viene volverá a lidiar, al menos en una tarde, ya lo verán- sólo salió un buen toro, encastado e interesante: el cuarto.
Lo mejor de la corrida de “Alcurrucén” fue su presentación. Fue un sexteto muy igualado, que contuvo toros prácticamente iguales. ¡Coño, vienen del mismo padre, aquel cabestro ligero de cascos…! Fuera de bromas. En el caballo cantaron la gallina todos los toros, especialmente el sexto de la tarde, y además lo hicieron de una manera escandalosa, casi un oprobio para los ganaderos en una contrabarrera ubicados. Yo, de ser esos toros míos, me hubiera ido de la plaza antes incluso que los aficionados que, a la muerte del quinto, cogieron las de Villadiego para irse a ver en buen sitio el partido de fútbol que todos sabemos.
Alfonso Oliva Soto (silencio tras aviso y saludos), de Sevilla, no tuvo opción con su primero, primero también del festejo, un manso al que le dieron muchos capotazos y ninguno artístico. Oliva brindó la muerte de ese bajo de casta ejemplar al público –todavía me pregunto qué le vio-, perdiéndose luego en probaturas llegada la faena, o lo que aquello fuera. Tras un pinchazo hondo –algo perpendicular- que fue introduciéndose paulatinamente el propio toro, tiró de descabello por partida doble y recibió silencio tras aviso.
Al torero sevillano le tenemos por artista pero visto cómo está el patio tuvo que tirar de agallas y firmeza de planta con un toro encastado y nada fácil que, eso sí, repitió sus embestidas con transmisión. Fue el tuerto en el país de los ciegos. Con el rey, el príncipe sevillano –se postula como torero de Sevilla- capoteó dispuesto a un animal que ya desde el principio se desplazaba con generosidad. Dicen que los del encaste “Núñez” no quieren capote pero este toro se lo comió, constituyendo uno de los pasajes interesantes de la tarde. Tras un puyazo muy fuerte y otro leve del que salió con facilidad –fue el mejor toro en el caballo, con diferencia-, echó la cara arriba en banderillas prendiendo a un banderillero de mala manera, atravesando su chaquetilla con su pungitivo pitón. La corrida tenía más puntas que un costurero. Tras el tanteo inicial –ya con gusto- llegó la tercera tanda por la derecha, que fue cuando rompió la faena aunque fue en la cuarta cuando lo hizo de manera definitiva. El brioso toro fue aplacado a base de mano baja por parte de Oliva. Ya con la banda tocando, llegó la quinta por el pitón diestro –por este lado se basó el trasteo-, cuando se mostró firme, sólido, aguantando al menos dos sustos y tragando saliva Oliva. Al cabo se justificó con la mano de cobrar aunque por allí, con otro susto, el toro fue a menos y la faena bajó algo el nivel. Fue a por la espada y tras un pinchazo y una estocada ligeramente contraria y entera saludó una ovación tras petición muy minoritaria de oreja. El toro fue ovacionado.
Pinar vio en su primer turno cómo el precioso toro rehusó su capote de salida. El colorado astiacaramelado recibió buena lidia por parte del albaceteño a la hora de colocarlo en suerte. Salió suelto en las dos ocasiones de la jurisdicción de Daniel López Candel, el picador, que colocó la puya algo trasera. El toro esperó por el derecho ya en banderillas, tanto que Montoya pasó en falso en la colocación del tercer par. Brindó al público Pinar –sería por las ganas, porque por el toro…- y luego se produjo el eterno tanteo por el derecho a lo largo de tres tandas, donde el toro demostró su falta de clase y bajeza de casta. Con la mano izquierda, Pinar se descubrió por estar al hilo del pitón –con estos toros que piensan tanto es preferible estar mejor colocado porque no por estar más lejos estás más seguro- y el toro intentó echarle mano. Luego volvió a tomar la derecha, ya desde muy fuera, y la cosa no remontó ni por casualidad. No había toro aunque, como siempre decimos, hay que estar bien con el toro malo y con el bueno. Se pudo estar más solvente, teniendo en cuenta que pisó demasiados terrenos distintos a petición del toro. Tras un pinchazo y una estocada entera desprendida de efecto fulminante recibió saludos.
Con el quinto, un toro negro más corto de cuerna pero igual de hermoso, Pinar ya se dio cuenta cómo era en el segundo capotazo, cuando fue el animal descaradamente a por el torero de Albacete. Montoya tuvo que poner orden. Salió de naja del primer puyazo y rabió por irse en su segundo, donde le dieron más. El toro brujuleó tras el cambio de tercio de varas, actuando, después, eficaces sus banderilleros. Comenzó genuflexo con la muleta aunque el tardo, manso y descastado animal no tenía nada para ofrecer. Tras cuatro tandas, una de ellas por el izquierdo, Rubén hizo lo mejor de su actuación: dar un volapié de libro a un toro parado, un buey, sin que ni siquiera pestañeara cuando el torero se echaba sobre su morrillo espada en ristre. La estocada, impecable de ejecución aunque algo desprendida, le valió saludar una ovación tras dar matarile a un toro pésimo.
A Tendero le tocó un animal exactamente igual que el segundo, un colorado de perfecta lámina. Ahí quedó todo el mérito del toro. Se frenó en el capote, salió suelto en los dos puyazos e hizo difícil el tercio de banderillas a Rafael García y a Molina. El segundo le echó narices en el último par, tras pasar en falso en una ocasión. Antes, ambos banderilleros colocaron solamente un rehilete en tres ocasiones. Momentos de sudor frío. El toro, manso, peligroso y soso, sin celo, se comió hasta siete tandas de Tendero, solamente dos de ellas por el pitón derecho. Comenzó a derechas con el toro, de peor leche que los anteriores, y rápido cambió de mano para someterlo por el izquierdo, llevándoselo al centro, a exponer. Porfió, se entregó Tendero pero no había nada que sacar. Debió cortar en la sexta tanda, cuando la cosa acabó con palmas del respetable, pero intentó otra por el mismo pitón –el siniestro- y lo único que hizo fue confirmar la soltura del toro para salir suelto, sin sal, como si no fuera con el animalico la cosa. Tras una estocada trasera, atravesada, algo tendida y al encuentro que tardó en acusar, Tendero tiró de descabello. Mutis por el foro sevillano.
Con el último del festejo, un sardo –pero poco- bien hecho, como todos, no ofreció nada de capote, tan es así que ni siquiera lo tomó antes de cambiar de tercio el presidente, para comenzar el de varas. Fue el  toro más manso en el caballo de la corrida y recibió el castigo en la querencia tras salir despavorido del primer refilonazo en la zona de la contraquerencia. Aquí, en un tercer puyazo, le sacudieron las pulgas, las mismas que le chuparon la sangre encastada. Embestiría más la pulga que el toro. Cogió la mano derecha con mucho aplomo Miguel, solvente y tanteando desde el principio muy centrado y con un reposo inhabitual en él en tardes de importancia. No sé si fue una impresión pero le vi con más poso que en otras tardes aunque la tendencia de muchos sea decir que estuvo acelerado. Yo le vi mejor. Es verdad que el segundo pase de pecho de la primera tanda se lo dio desde el río Guadalquivir, y no es menos cierto que en la segunda le faltó algo de cruce pero este pecado es venial dado que el desajuste lo cometió al principio, en el acople. En la tercera tanda por el derecho no pasó nada pero al cambiar de mano, al  pasar la muleta al pitón izquierdo, Tendero dio una tanda aseada y muy firme, bien. Algún muletazo salió realmente hondo y, sobre todo, esforzado. El toro era una caca. Luego el animal levantó la cara y, con ella por las nubes, acabó el trasteo. Buena impresión del torero, que fue ovacionado al retirarse. No obstante, tras el arrastre de su oponente, fue silenciado. Antes dio un pinchazo soltando, siendo después cuando dio una estocada entera. El animal se levantó y paseó sus estertores. Son las nueve menos cuarto de la noche. Comienza el fútbol.



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